
Entrevista a Mario Obrero.
Villa Amparo, 19 de noviembre de 2022
Dentro del ciclo de actividades culturales promovidas por la Conselleria de Cultura y organizadas por Àngels Gregori y Manolo Gil en Villa Amparo, bajo el epígrafe de la Casa de los poetas, el joven poeta Mario Obrero (Getafe, 2003) se acercó a Villa Amparo para hablar de poesía. Obrero fue el ganador del Premio Loewe de Poesía a la Creación Joven 2020 y es presentador del programa televisivo ‘Un país para leerlo’.
Antes del acto, pudimos acompañar a Mario a la segunda planta de Villa Amparo y, mientras el poeta observaba atentamente los paneles de la muestra Machado a Rocafort allí expuesta, comentamos algunos de los documentos, fotografías y objetos que allí íbamos viendo.
Una pregunta surge de manera natural:
¿Qué significa para ti y para tu generación Antonio Machado?
Pienso en el momento en que Antonio Machado salía hacia el exilio, cuando salía con su madre y con su hermano. Me gusta pensar sobre los mitos de aquel exilio: Imaginar a María Zambrano despedir a Machado cuando salían hacia Francia, a Paca Aguirre, que era muy pequeña, salir con su familia… Creo que toda la sociedad, todos los escritores, claro, pero toda la sociedad, salimos al exilio con la familia Machado y estamos de algún modo en Colliure, con el poeta. El ejemplo de Machado es el de un imperativo moral que no es solo propio de la literatura, es un imperativo que atañe a todos los ciudadanos, es una manera de estar en el mundo. Machado nos mostró que el escritor, antes de escribir, es consciente de cómo se habita el mundo, como dice Pere Jaume: “este mundo concreto y minúsculo donde pensamos”. Machado, antes de coger la pluma, ya era poeta, y esta forma de ser poeta se fundamenta en la forma en que se vive, en la forma con que nos relacionamos con los demás, con nuestro país. Machado es un ejemplo, no ya solo para mi generación, sino para todos los ciudadanos y ciudadanas. Francisca Aguirre llamaba a estos poetas, “sus maestros cantores”. Cuando era ya muy mayor, escribió un poema sobre sus maestros, y hablaba con Antonio Machado, con Rilke, a quien le decía una cosa maravillosa, “tengo una taza de café preparada en la cocina, por si quieres venir un día, y estar conmigo”. Yo creo que la relación con estas poetas, con estos poetas, es precisamente esta: no es una relación entre maestros y alumnos, no es una admiración digamos religiosa, monoteísta, es una forma de comprender que el escritor es un igual, y que puedes aprender de tus iguales. Decía John Keats: “poeta es el hombre que, junto a un hombre, se cree un igual, sea este el rey o el más pobre del clan de los mendigos”. Yo tengo una gran admiración hacia Antonio Machado o García Lorca, pero no es una admiración litúrgica, es una admiración entre hermanos.
Vemos un panel donde están reflejados aquellos poetas e intelectuales que visitaron a Machado en Villa Amparo: Alberti, Altolaguirre, María Teresa León, Max Aub, León Felipe, Gil Albert, y enfrente un panel dedicado a la relación entre Machado y Vicent Andrés Estellés… No se si conoces la obra de Estellés:
Sí, claro, la rosa de papel: la rosa que paso de mano en mano como una rosa escondida, que es la rosa no sólo de las palabras, no sólo de la conciencia. Es también la rosa de la belleza, porque yo creo que hay también un imperativo político cuando hablamos de belleza, de lo estético. Estamos hablando de aquello de lo que hablaba Antonio Gamoneda: “la belleza es un lugar donde no van a parar los cobardes”. Hay que ser muy valiente para desear estar cerca de las cosas bellas. Pienso en todas estas personas que anduvieron por esta casa, en María Teresa León, que decía que la poesía es una lluvia fertilizante, pienso en estas personas que nos fertilizan, y lo hacen precisamente desde la belleza, que también puede ser una casa como esta, una casa donde vivir, una casa que no tiene puertas, con ventanas abiertas a todos los poetas, a toda la ciudadanía, a todas las personas que en un mundo donde se pueden hacer armas, se deciden a hacer poemas y a buscar la belleza, una belleza escondida, como la de la rosa de papel.
Hablemos un poco de ti. Estás en un momento en que tienes una relevante presencia mediática, un momento de “éxito” en medio de un mundo donde quizás la lógica de las cosas no es precisamente la lógica de la poesía… ¿Tienes alguna prevención por todo lo que te está pasando, alguna estrategia para evitar la tentación de la vanidad?
Te agradezco mucho esta pregunta; me hago esta misma pregunta a menudo. Yo soy de Getafe, y cuando voy a comprar al Alcampo, en mi barrio, el sector 3, pienso en cuántas personas de las que me rodean tienen las mismas oportunidades que tengo yo en este momento, el privilegio de estar en un medio de comunicación. Y precisamente por eso, pensando en mis vecinos, en mi familia, en la gente que no tiene este privilegio, creo que hay que aprovechar la coyuntura y utilizar estos medios para hacer cosas, al menos diferentes: no digo hacer cosas más o menos audaces, o comprometidas, sino simplemente diferentes. Y hacer y no hacer. Hacer cosas, pero también decidir qué es lo que no hay que hacer. Cuando la madre de Allen Ginsberg se suicidó, le envió a su hijo una nota en la que decía: “Allen, no te involucres, no te involucres en cosas ridículas”. Es verdad que en el mundo del periodismo se tiende a hacer algunas cosas ridículas, sintéticas, se huye de la complejidad… Cuando me siento un poco agobiado por ese mundo, al que no pertenezco por clase o por apellido, voy al super para tomar conciencia de lo privilegiado que soy, y me digo: Tienes que hacerlo.
Vemos una imagen de Machado en diciembre del 36 leyendo a la gente el poema que dedicó al asesinato de García Lorca, para dejar constancia de aquel acto infame. ¿Crees que la poesía debe ser un aliado de la memoria?
Es que la poesía nació al lado de la memoria, y cuando surgió la necesidad de escribir, surgió la necesidad de recordar; son dos cosas que van de la mano por la misma orilla. Creo, además, que esta manera de estar en el mundo, representada por todos aquellos escritores y escritores del Congreso de València en el 37, Emilio Prados, María Teresa León… con aquella manera de utilizar el cuerpo, de señalar con el dedo (vosotros lo sabéis muy bien, dit, como el dedo de la mano y como dicho, de decir). Hay que escribir, hay que pensar, pero también hay que materializar, y hay que acudir a los sitios donde no se espera a la poesía, como aquella tribuna a la que subió Antonio Machado, precisamente porque la poesía es también el arte de aquello que no se espera. Como decía Tristan Tzara (que también estuvo posiblemente en esta casa): “para decir lo visible, mejor callarse”. Hemos de estar en el lugar escondido de las cosas, en el dialecto de las cosas, en el error, en la herejía, porque es nuestro lugar natural. Tenemos que ser aliados de la memoria, porque la poesía es también el discurso de la memoria, la creadora del ritmo de nuestros recuerdos, la que nos permite conseguir que los sueños que nuestros abuelos y abuelas soñaron sean realidad.
Hablando de memoria, ¿crees también que la etimología es la memoria de las palabras?
Claro; el lenguaje es un cuerpo que se va creando por las personas que hablan, y la etimología es precisamente la conciencia de los obreros y las obreras que, siglo tras siglo y error tras error, han creado las palabras y el lenguaje que disfrutamos hoy; la gramática de hoy son los errores de ayer: los errores que cometemos hoy serán la gramática del futuro.
¿Crees que la poesía debe incorporar, por ejemplo, cuestiones como el lenguaje inclusivo?
A la poesía, afortunadamente, no le podemos pedir demasiadas cosas. No es un perro que podamos domesticar, no es un pájaro que podamos meter en una jaula. Pero la poesía es un lugar de igualdad, como decíamos antes, los poetas del pasado son maestros, pero también son nuestros hermanos, la poemario es nuestra hermana. No puedo pensar qué se puede hacer o que es lo que no se puede hacer en poesía, porque no soy un dictador romano que con el dedo pueda decir que las cosas son o no son…
Nos reclaman desde la organización del acto y bajamos con Mario hacia la carpa anexa a Villa Amparo donde se realizan las diversas actividades culturales. Una vez allí una audiencia de escasas personas, asistimos, con la conciencia de quién acude a un evento de manera privilegiada, a la lectura de poemas de su último poemario “Carpintería de armónicos” y de otros poemas recitados en catalán, gallego y euskera. Al finalizar el acto, Mario despliega un pequeño estuche de rotuladores y acuarelas y dedica libros o a quien se lo pide con elaborados dibujos que recuerdan los de Lorca. Una tarde lluviosa en Villa Amparo, una tarde de poesía en la casa de los poetas.
Mario Obrero, una presencia imprescindible en Villa Amparo. Mil gracias!
🏡✍🏻🎭💜 Rocafort, Ciudad Machadiana






